jueves, 27 de enero de 2011

Una vomitada en 10 min.

¿De qué te sirve la razón cuando ella misma es el principio de tus males?

Actúas por ella, ves a través de ella, te encierras en ella para vomitarla y luego pretender que es un alivio esa costumbre enfermiza.

La razón está tan incrustada en ti que te ha robado el ser: ya no eres digno de amar ni de ser amigo de los demás. Es una castración absoluta, es una razón posesiva que te impide ver a los demás, pero también es la que te puede salvar de tu propio complejo, el cual has tomado como verdad absoluta y determinante…

No le harás caso a nadie más que a ella, te robará tu existencia y te someterá a los deseos que ella se ha inventado para SOBREvivir. Y si no logras dominarla para ser tu mismo, ella te dominará tan fácilmente como a un masoquista que ama revolcarse en las orillas de la angustia y el dolor.

Hay infinidad de posibilidades de las que puedes decidir quién ser, pero tu decidiste no escoger por ti mismo más que por la maldita y putrefacta razón.

domingo, 23 de enero de 2011

ALGO DE LA NOCHE

Se ha vuelto tan presente la ausencia en mi, que ahora los demás, al dirigir su voz hacia mi entendimiento, vierten sus deseos expresivos en una espiral que va a parar a la nada. Tal vez es el hecho de creer que no es posible adentrarse en el calor de los demás, que no es posible tocar y ser tocado sin sufrir daño alguno. Tal vez es eso lo que me impulsa a vivir como vivo ahora.

Yo he decidido sólo escuchar. Escuchar a la noche sin pretensión de entendimiento, sólo escuchar por escuchar sin tener que llevar a cabo una conversación. Me siento a escuchar a las ninfas que sonríen cuando todo pareciese estar en silencio, y yo sonrío con ellas. Escucho a los árboles que respiran con impaciencia, con emoción y con ganas de gritar y festejar su ira. Escucho todo esto y más y es entonces cuando me doy cuenta que he empezado a consumirme a su lado… como cualquier alma que pretende vivir.

¿Qué tanto puede importar un alma rota en medio de la noche que todos se niegan a sentir, a explorar, a escuchar o por lo menos a brindarle algo de atención?

Han dejado de escuchar lo que sucede al rededor y, por ende, a ellos mismos. Se han convertido en robots que quieren lograr la felicidad por medio del ensimismamiento y la falta de atención. Ya no importa gritar porque nadie escuchará. Sólo queda dirigir la mirada hacia la oscuridad vertida de sonidos por la noche y la nada.