martes, 31 de marzo de 2015

A LA DIOSA ARIADNA (CONTESTACIÓN)


Había mucha gente, la música sonaba para adentrarnos a la obscuridad común, a la de los adolescentes. Ella decidió jugar. Tenía un arma y le pareció gracioso empezar a  matar… como si pudiese ser una diosa, pero eso la hacía más animal, o peor aún, tan sólo un humano, porque son los únicos que matan por matar. Pretendía elegir alguien al azar, pero era más predeterminado que cualquier cosa: la muerte así es. Miraba a alguien a los ojos. La música se apoderaba de ella y se volvía bestial, entonces todos se agachaban salvo la persona con la que iba a terminar… El disparo era incapaz de fallar, así que lo hacía rápido y sin titubear. ¿A quién le importaría una muerte más? Cuando eso pasa, todos nos volvemos números, una cifra más. Pensó que podía hacer lo mismo conmigo, pero quien mata está dispuesto a ser matado. Entonces me apuntó y disparó, pero yo sólo me moví un poco con una falsa sonrisa. Entonces me tocó a mi, la única oportunidad de defensa. Sabía que no tenía que hacer nada. Una bala tenía su nombre y yo no tenía que disparar. Apareció él, su disparo. No pudo escapar. No lo pudo dejar. Se volvió a enamorar.