martes, 25 de mayo de 2010

SUCEDE QUE ESTOY CANSADA

Recuerdo que solía cargar aquella sonrisa ausente de felicidad, recuerdo llevar siempre conmigo aquellos ojos que parecían saberlo todo pero que en realidad no podían mirar más allá de su propio ser.

No se cómo, de repente, mientras pensaba en mí (obviamente), llegué a un lugar imperturbable. Me tumbé bajo la luna y las estrellas… sentí el viento convertirse en caricias muertas y el pasto en frescura irremediablemente vacía. Entonces fue cuando sucedió: el suelo empezó a moverse hasta volverse ausente y el viento me golpeó como si tratara de agarrarme para que no me apartara de él, para poder salvarme de mi propio yo… –¡Joder! ¡Puedo volar!– Pensé, mientras en realidad caía.

Mi mente flotaba en aquel limbo cual nada espacial. Mis ojos veían luces esparcidas en gases de polvo estelar. El miedo hizo que me cagara en mis… ¡Demonios! ¡No tengo pantaloncillos!

La caída no terminaba, decidí quedarme así y disfrutar… observar el universo con su sin-sentido y su negrosidad, viendo a los demás dioses caer… como yo… solos.