domingo, 28 de abril de 2013

TEXTOS


Siempre he recurrido a ciertos vicios que parece nunca desaparecerán… y no es que me queje o me torture por ello, es que simplemente me da demasiado gusto tenerlos a mi lado.
Y de nuevo recurro a éste, uno de mis vicios mayormente olvidados pero de los más queridos. Dejaré que me utilice tanto como yo lo haré, de una manera deliciosamente delicada pero aparentemente perversa.
Si he de hablar verdad, bien puedo escribirte (me), cantarte, vomitarte o llorarte, tocarte con mis manos que jamás te tocarán, dibujarte con mis ojos que jamás te verán. Y es ahí donde sé que no apareces solitariamente, que la afluencia lleva a todos mis vicios a juntarse, a aparecer como un chispazo que sabía que tarde o temprano aparecería, efimeramente, con una sonrisa y una tristeza que no pueden contradecirse.
Y de nuevo lloro sonriendo, porque la vida misma me sobrepasa, porque los sentimientos son demasiado fuertes y bondadosos como para no hacerles caso, porque soy tan feliz que no puedo evitar llorar por ello.

Quisiera beberte para escupirte, que te metieras en mi para electrocutarme y saberte, y luego revivir tranquilamente. Sé algo, sé poco, pero no sé hacia donde dirigirme, porque tal vez no me sé. Y esa es de las cosas que no me preocupan, uno de esos vicios míos que parecen nunca extinguirse.
Creo que no quisiera levantarme un día y simplemente saber quién soy, tal vez eso crearía una paradoja que me haría desaparecer de este espacio-tiempo… ¿Me preocupará dejar de estar aquí? (Yo creo que no). Pero sé que no tengo respuestas para ello y que lo que digo probablemente dejará de ser cuando mi boca lo recite o mis manos lo escriban.