domingo, 5 de septiembre de 2010

Sueños para qué

Siempre soñé conmigo misma. Desde verme feliz, volando en el destello de pasiones incomprensibles que me hacen vivir, hasta verme hundida en mis mayores temores que conforman lo que soy y lo que quisiera ser.

Una mañana me desperté en mi sueño imaginando que era yo. Volteé a ver al árbol del que aún no logro separarme y aún menos olvidar. Lo vi con la mayor tristeza y alegría que pudiese tener: él era feliz pero nunca había pensado en mi como yo había pensado en él. Las ilusiones queman, pero no matan. Seguí mi camino por aquel arcoiris en blanco y negro, para no mirar atrás, para recordar quién era. Todas las posibilidades para recordarme han sido en vano. Cuando más crees tener la razón es cuando estás más alejado de la verdad.

Dibujé notas musicales que parecían poder salvarme. Me empapé de miel y jarrones rotos que buscaban algún pegamento pestilente que los pudiese salvar.

Me desperté y seguí imaginando, Descartes no puede más, ha sido vencido por la realidad. Aún puedo manejar la situación y comprobar que tengo la razón. No importa si esto acaba ahora mismo, me he encontrado en la sin-razón y mal viajarse está por demás.