Cuando sientes que el mundo es una mierda, te vuelves introvertido, apático y congelado: que solución tan "decadente" y excitante. Nada mejor que la desesperanza para hundirse en la realidad de la nada… claro que el consumo de algunas sustancias es clave para manejar la situación.
Así, mientras morimos, preferimos sentarnos a sentir el temor y la emoción que nos provoca el desvanecimiento continuo: el tiempo nos borra poco a poco y no hacemos más que agonizar y deleitarnos de placer y de dolor.
Ya no esperas nada más que dormir eternamente... o tal vez regresar a tu añorado útero de cristal y efervescencia continua.
Abres los ojos y te das cuenta de que necesitas gritar, necesitas explotar o podrías terminar matando a alguien, incluso a ti mismo. Preferirías enloquecer y correr, como si tu vida dependiese de ello.
¡Hay que festejar el crujir de lo que se quebranta! Porque no nos queda más que aguardar nuestro camino sin destino que se desmorona frente a nuestro destello de luz.